En la reciente edición del domingo 13 de septiembre, la sección cartas al director del diario La Tercera nos sorprendió gratamente con una denuncia formulada por el diputado Felipe Harboe. El ex vocero de gobierno, entre otras cosas, señaló que “recientemente se ha manifestado la intención de desafectar un porcentaje de las áreas verdes correspondientes al Club Hípico. No cabe ninguna duda que detrás de dicha idea existen sendos proyectos inmobiliarios destinados a construir grandes torres de departamentos”.
El tema no es nuevo. Sin embargo, dicho así de manera tan tácita hasta ahora sólo el coloso de Blanco Encalada estaba supuestamente seguro, por aquel apelativo de Monumento Nacional. La amenaza del rubro inmobiliario ya terminó con Peñuelas, destino que más temprano que tarde seguirían Mediocamino, Antofagasta y vaya a saber uno en cuántos años más, el Hipódromo Chile.
El diputado PPD no se quedó en eso, agregando que “no es aceptable que por la codicia desmedida de unos pocos, la ignorancia o inobservancia de la institucionalidad pública, se autoricen acciones que destruirán el patrimonio histórico de un sector de la comuna”. Y profundiza diciendo que “el mundo avanza en el sentido contrario: descentralización, disminución de densidad poblacional, aumento de áreas verdes en zonas metropolitanas. Medidas que hacen posible el objetivo de toda construcción: una mejor calidad de vida para las personas y sus familias”.
Lamentablemente, las buenas intenciones de dicha autoridad chocan con la condición de sociedades anónimas que poseen los hipódromos, sobre la cual se amparan. Y eso sin reparar que directivos y criadores están muy ligados al rubro inmobiliario, precisamente.
El domingo último, Felipe Harboe participó en las canchas de polo del Club Hípico, en una trilla organizada por el Sindicato de Cuidadores que comanda Claudio Rojas. Comportándose como uno más entre los asistentes, gozó como chico viendo a sus hijos montando en los caballos pony.
Qué distinta ha sido la actitud entre las autoridades que en los últimos años se han reunido con los gremios hípicos y sus familias. Sin ninguna duda, tanto Felipe Harboe como Osvaldo Andrade van corriendo en punta en esta carrera, cumpliendo con sus promesas y entregando su apoyo. Es de esperar que en el Congreso continúen defendiendo a los más humildes y se opongan a todo negocio inmobiliario que siga destruyendo hipódromos y dejando a numerosas familias sin su fuente laboral. Muchos más escépticos incluso van más lejos, anhelando que el Estado se haga parte en esa compra de terrenos. (Diario La Nación, 18-09-09)
El tema no es nuevo. Sin embargo, dicho así de manera tan tácita hasta ahora sólo el coloso de Blanco Encalada estaba supuestamente seguro, por aquel apelativo de Monumento Nacional. La amenaza del rubro inmobiliario ya terminó con Peñuelas, destino que más temprano que tarde seguirían Mediocamino, Antofagasta y vaya a saber uno en cuántos años más, el Hipódromo Chile.
El diputado PPD no se quedó en eso, agregando que “no es aceptable que por la codicia desmedida de unos pocos, la ignorancia o inobservancia de la institucionalidad pública, se autoricen acciones que destruirán el patrimonio histórico de un sector de la comuna”. Y profundiza diciendo que “el mundo avanza en el sentido contrario: descentralización, disminución de densidad poblacional, aumento de áreas verdes en zonas metropolitanas. Medidas que hacen posible el objetivo de toda construcción: una mejor calidad de vida para las personas y sus familias”.
Lamentablemente, las buenas intenciones de dicha autoridad chocan con la condición de sociedades anónimas que poseen los hipódromos, sobre la cual se amparan. Y eso sin reparar que directivos y criadores están muy ligados al rubro inmobiliario, precisamente.
El domingo último, Felipe Harboe participó en las canchas de polo del Club Hípico, en una trilla organizada por el Sindicato de Cuidadores que comanda Claudio Rojas. Comportándose como uno más entre los asistentes, gozó como chico viendo a sus hijos montando en los caballos pony.
Qué distinta ha sido la actitud entre las autoridades que en los últimos años se han reunido con los gremios hípicos y sus familias. Sin ninguna duda, tanto Felipe Harboe como Osvaldo Andrade van corriendo en punta en esta carrera, cumpliendo con sus promesas y entregando su apoyo. Es de esperar que en el Congreso continúen defendiendo a los más humildes y se opongan a todo negocio inmobiliario que siga destruyendo hipódromos y dejando a numerosas familias sin su fuente laboral. Muchos más escépticos incluso van más lejos, anhelando que el Estado se haga parte en esa compra de terrenos. (Diario La Nación, 18-09-09)